Los arquitectos, escultores y pintores románicos dedicaron sus mejores esfuerzos en las iglesias, dejando un importante legado de edificios, que siglos después siguen sorprendiendo por su espiritualidad, imaginación y simbolismo.
En Montañana, la iglesia de Nuestra Señora de Baldós y la ermita de San Juan son excelentes ejemplos del estilo románico final e invitan a conocer otras dos muestras próximas, que figuran entre los más importantes testimonios de este estilo artístico.
La Ribagorza conserva un largo conjunto de restos románicos, pero resaltan de forma especial dos, testimonio del desarrollo del Reino de Aragón entre los siglos XI y XII. Son la excatedral de Roda de Isábena, la localidad más pequeña de España que fue sede de un obispado, y el monasterio de Alaón, que durante siglos jugó un importante papel espiritual y señorial.
Continuando por la N-230 hacia Francia se encuentra Sopeira, cuya iglesia parroquial es la del antiguo monasterio de Nuestra Señora de Alaón, uno de los más importantes y más antiguos centros monásticos de Huesca, de orígenes visigodos; aunque el primer edificio fue destruido en el ataque musulmán de 1006 y un nuevo templo fue consagrado por san Ramón en 1123.
El monasterio sorprende ya con su ubicación, en el extremo sur del congosto de Escales. Próximo, aguas arriba, se alza el pont d’ Alt, bello puente medieval de tres ojos asimétricos, en el camino tradicional hacia Francia.
Se trata de una iglesia basilical, con tres naves rematadas en ábsides, la central de doble anchura y mayor altura; el campanario se añadió en época moderna. En su diseño y decoración conviven la raigambre del románico lombardo de Ribagorza y las nuevas formas llegadas de Jaca.
Así, los muros presentan una galería de arquillos ciegos, junto con un ajedrezado creado alternado bloques rehundidos y realzados. Un rasgo singular es el perfil escalonado de los muros sobre las cubiertas. La portada también se decora con una franja de ajedrezado y un crismón.
El interior es esbelto y armonioso. La decoración es sobria, pero muestra un elemento muy original: un mosaico de grandes piezas de mármol que adorna el pavimento del presbiterio y del ábside central, con una esquemática representación del milagro de los peces y los panes.Bajo la cabecera central se ubica una cripta, en la que pueden leerse varias inscripciones de consagración.
Al norte del templo se situaban el claustro y dependencias como la sala capitular, cuyos restos se han comenzado a recuperar.
Desde Benabarre, se llega por carretera autonómica a Roda de Isábena, en un altozano sobre el río Isábena, controlando la ruta desde los Pirineos. Este emplazamiento la convirtió en una destacada población del condado de Ribagorza, más cuando se configuró como diócesis episcopal en el año 956.
La excatedral actual proviene de la reconstrucción tras la razzia de Abd-al-Malik y se inició en estilo lombardo, visible sobre todo en las criptas, y luego se abrió al románico pleno. El templo se consagró entre 1020-1024, pero elementos muy destacados datan de principios del siglo XII.
Con la expansión del reino de Aragón, el pueblo perdió en 1149 la condición de sede a favor de Lérida; aunque en el siglo XIII, aún se sumaron la portada y los frescos de la cripta norte. Roda se mantuvo como un activo centro religioso y cultural hasta la desamortización y obras posteriores sumaron la torre, el coro y el pórtico.
Con la expansión del reino de Aragón, el pueblo perdió en 1149 la condición de sede a favor de Lérida; aunque en el siglo XIII, aún se sumaron la portada y los frescos de la cripta norte. Roda se mantuvo como un activo centro religioso y cultural hasta la desamortización y obras posteriores sumaron la torre, el coro y el pórtico.
La catedral es de planta basilical con tres naves, la central más alta y ancha, que rematan en ábsides decorados al exterior con los típicos motivos lombardos de arquillos ciegos y lesenas. Un cuarto ábside corresponde a la capilla de San Agustín, que conserva pinturas murales de santos de principios del siglo XII.
La entrada principal se encuentra en la fachada sur, guarnecida en el siglo XVIII por un gran porche con escalinata. La portada, del siglo XIII, está formada por seis arcos abocinados que se apoyan en columnas alternadas con pilastras, con capiteles de decoración escultórica. Por su parte, las hojas de la puerta se adornan con lacerías de madera y herrajes mudéjares.
Pegado al lado norte de la catedral, está el claustro, del siglo XII, formado por cuatro galerías de arcos de medio punto, abiertas a un patio central con aljibe. Los capiteles se decoran con rústicos motivos geométricos, vegetales y, unos pocos, figurativos; pero el elemento más destacado son las casi 200 inscripciones funerarias talladas por todo el conjunto. Desde el claustro se accede al refectorio, decorado con pinturas murales del siglo XIV (actualmente comedor de una hospedería de Aragón); y a la sala capitular.
El interior del templo resalta por su disposición en dos niveles, ya que la cabecera se eleva sobre tres criptas, una por nave.
La cripta central, la más llamativa, se llama de San Ramón por acoger el sepulcro del santo, que fue obispo en esta catedral (1104-1126). Se accede por una arquería del siglo XVII y tiene tres navecillas, cubiertas por bóvedas de aristas y separadas por cinco parejas de columnillas de sencilla decoración. El elemento central es la tumba de San Ramón, usada como altar, y que es una de las mejores muestras de escultura funeraria en Aragón, con escenas de la infancia de Cristo y una imagen del santo.
La cripta del lado norte se dedica a San Valero, cuyas reliquias se conservan aquí; aunque también se la conoce como cripta del Archivo. Destaca por las pinturas murales de su cabecera, datadas en el siglo XIII. Los motivos incluyen escenas religiosas (Cristo con los símbolos de los evangelistas, bautismo de Cristo y san Miguel juzgando un alma) y motivos profanos (hombres luchando con monstruos y un calendario con alegorías de los doce meses).
Finalmente, de la sencilla cripta sur, descubierta hacia 1980, destacan los restos de su pavimento.
La catedral guarda también un importante patrimonio en arte mueble, pese a las pérdidas de las desamortizaciones, la guerra Civil y el lamentable robo de Erik el Belga en 1979, que supuso pérdidas completas y destrozos irreparables en valiosísimas piezas recuperadas, como la arqueta con las reliquias de san Valero o la silla de san Ramón. El principal tesoro es el ajuar litúrgico de este santo, rescatado del sepulcro, con telas de entre los siglos X-XI de excepcional valor en la historia del arte textil.